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"Emergencia educativa, escuela y comunidad cristiana"
Congreso Nacional de los directores diocesanos del departamento de pastoral escolástica
Villanova, 13 febrero 2008


Ordenaré mi reflexión de la siguiente forma. En el primer punto de mi conferencia buscaré explicar en qué consiste la emergencia educativa en la cual nos encontramos. En el segundo punto buscaré exponer la modalidad con la cual la escuela puede responder a la emergencia educativa. En el tercer y último punto intentaré explicar por qué esta es un reto dirigido a la comunidad cristiana y cómo afrontarlo.

1. La emergencia educativa

Durante la cena pascual judía, en cierto momento el hijo debía dirigirse al padre diciendo: " ¿por qué esta noche es diferente a todas las otras noches? De hecho todas las noches comemos levadura y pan ázimo; y esta noche todo cuanto es, es ázimo…". El padre respondía: "fuimos esclavos del Faraón en Egipto, y el Señor nuestro Dios nos hizo salir con mano fuerte y brazo extendido" [cit. Por C. Girando, Eucaristia per la Chiesa, Gregorian University Press-Morcelliana, Roma-Brescia 1989, 134-135].

Este texto así de antiguo nos ayuda a comprender profundamente el sentido para hablar hoy sobre la "emergencia educativa". Esto nos muestra cómo se puede mantener un lazo bueno entre las generaciones: la generación de los padres y la generación de los hijos.

Primera afirmación. El lazo se instituye en la narración por el hecho que la identidad fue fundada, y por lo tanto la libertad del pueblo al cual el niño pertenece. La liberación de la esclavitud egipciana dio origen a Israel; fue el evento fundador de su identidad.

La narración se repite cada año- la Pascua debe celebrarse cada año - para que se custodie la memoria del evento fundador "de generación en generación." La memoria debe ser custodiada, porque cuando se pierde la memoria se pierde la conciencia de la propia identidad; se es desarraigado, desorientado, exiliado de sí mismo. Por lo tanto la narración que el padre hace al hijo les impide ignorar su origen, ignorar su dignidad de hombre libre, y le consiente sentir la propia libertad como un bien compartido con los otros.

De esta forma, a través de la narración, la relación entre las generaciones no es solamente biológica, sino que se convierte en plenamente humana. La generación de los hijos, ligada ya biológicamente a aquella de los padres, entraba en el mismo universo de los padres: la misma religión, la misma legislación, los mismos valores. Se constituía un pueblo no solo en el sentido étnico, sino también cultural. Israel es el Israel de Dios y Dios es el "Santo de Israel".

Pero hay otro aspecto todavía más importante; es más, es el más importante de todos. La respuesta del padre al hijo se concluye en el siguiente modo:" de generación en generación cada uno está obligado a verse asimismo como si fuese él mismo que huye de Egipto" [ibíd. pág. 111].

La narración del padre cuenta el evento fundador no simplemente cono un hecho que definitivamente pertenece al pasado, sino como un suceso que continúa también ahora a ejercer su influjo. También ahora, cada generación de hijos tiene necesidad de conocer su origen, de acceder a la dignidad de hombres libres, de compartirla dentro de una comunidad de personas. La tradición que se transmite de generación en generación es una dimensión esencial del presente, de su reconocimiento o negación depende la constitución del propio yo. Y es la generación de los padres que testimonian esta presencia e introducen así al hijo en la vida.

Se pudiera decir muchas otras cosas, pero me detengo a considerar el rito judío. Quisiera hacerles ver cómo sea el paradigma educativo de toda verdadera relación educativa. Cuando en sus familias la relación padre-hijo "funciona", también en ellas sucede todo lo que sucedía en cada familia judía la noche de la Pascua.

Relato un episodio sucedido realmente a una familia. Esta sufrió una pérdida considerable. La bebé de pocos meses sufrió un tumor que la llevó a la muerte. Unos días después del funeral, el hermanito de algunos años de vida preguntó a su mamá:" mamá, ¿cuándo viene Lucía a casa?

La respuesta a esta pregunta, una de las más radicales que el hombre puede realizar, dio inicio en un sentido profundo a la gran narración de la vida que los genitores hicieran a su pequeño.

Ellos no partían de la nada: dentro de la nada se puede caer, pero de la nada no se puede salir. Son dos esposos: el matrimonio es compartir el mismo destino amorosamente. Son dos esposo enraizados y cimentados dentro de la experiencia cristiana. Ellos respondieron narrando el encuentro que tuvieron con Cristo resucitado de entre los muertos. Un encuentro que en ese momento, a través del testimonio de sus padres, sucedía también para el niño, respondiendo a la necesidad de una presencia: la presencia de la persona amada. La Tradición cristiana mediante el testimonio de los padres se convertía en la respuesta adecuada a la necesidad del corazón de los hijos: esta es la educación.

Podemos en estos momentos intentar una definición. La educación es la tradición que se convierte en presencia dentro del testimonio que los padres hacen a los hijos. Estas tres categorías, tradición-presencia-testimonio, constituyen el acto educativo. He llamado esta presencia-testimonio también a la narración de la vida hecha de generación en generación.

En este punto de nuestra reflexión estamos en grado de entender lo que significa emergencia educativa y el por qué nos encontramos dentro de una propia y verdadera "emergencia educativa".

Intentemos hacer una serie de hipótesis, considerando siempre la relación entre las generaciones.

Si aquel que debe transmitir una visión de la vida e introducir por lo tanto al recién llegado al universo del sentido -digamos: la generación de los padres- se desarraigase de la tradición, no puede suceder más que una de las dos siguientes consecuencias. O se instaura una relación de permisividad, caracterizada por una clase de escepticismo y de indiferencia: no existe una verdad acerca del bien de la persona [escepticismo], y por lo tanto al final todo es permitido [indiferencia], con tal que no nos dañemos. O bien se instaura una relación de hegemonía y de autoritarismo: no se hace ninguna propuesta, se impone.

Antes de proceder quisiera solo acentuar el hecho que ya bien sea una u otra salida, se acompaña de una carencia de compartir verdaderamente el destino del otro. Sin embargo por el momento no tenemos tiempo para profundizar este aspecto de la cuestión.

¿Qué significa "si la generación de los padres se desarraiga de la tradición"? ¿cuándo y cómo sucede este desarraigo? Evoquemos en la memoria una vez más el rito judío y la pregunta del niño que perdió a su hermanita.

El padre no lograría responder a la petición del hijo si hubiese perdido la memoria del evento fundador o bien si no lo hubiese considerado verdadero, esto es, realmente acaecido. La falta de memoria y/o la incredulidad desarraigan las generaciones de los padres de la tradición. No por casualidad el Señor a través de sus profetas alertaba a Israel sobre todo contra dos riesgos: la pérdida de memoria ["recuérdate, Israel…", no olvides, Israel…"] y la desconfianza o incredulidad ["si no creen, no tendrán estabilidad"].

La madre no hubiera sabido responder a la petición del niño si no en una forma inadecuada ["no puede regresar porque está muerta"], si en ese momento no hubiese evocado y considerado un hecho verdadero, la resurrección de Jesús, evento fundador de significado.

En uno u otro caso la generación de los padres o llega a ser una generación de testigos ["ha sucedido un hecho, y este hecho te concierne ahora porque es el hecho que ilumina tu razón, da consistencia a tu io, hace capaz a tu libertad de grandes riesgos"] o se convierte en la generación que abre la puerta de la casa de la generación de los hijos al huésped más inquietante, el nihilismo.

Finalmente podemos decir en qué consiste la emergencia educativa en la cual nos encontramos. Esta se da por dos hechos. De una parte la generación de los hijos pide -y no puede no hacerlo- entrar a un universo verdadero, bueno, bello; y por otra parte la generación de los padres se ha convertido en extranjera del universo del significado: no sabe qué más decir. La emergencia educativa es la interrupción de la narración que una generación hace a la otra: es la afasia de la generación de los padres y la incapacidad de la generación de los hijos de articular aun la pregunta que urge dentro de su corazón. Los padres no muestran ninguna tradición, porque han perdido la memoria, y se convierten en testigos de la nada y trasmisores de reglas. Los hijos de encuentran vagabundeando en un desierto carente de calles, sin saber más de donde vienen y a donde son dirigidos.

2. Escuela y emergencia educativa.

Para salir de la emergencia educativa en la cual nos encontramos, la escuela tiene una labor fundamental: no se puede salir si no interviene también la escuela a su manera. Por lo tanto, la situación de esta institución debe ser una de las preocupaciones fundamentales de quienes aprecien el destino de la persona humana. Por lo menos por dos órdenes de razones.

En la escuela se introduce a las personas en gran medida al universo del significado en forma sistemática: ahíl aprenden el difícil arte de usar su razón, y construyen el ethos de su vida.

Es la escuela que tiene la misión, aunque desafortunadamente puede descuidar, de inmunizar a la persona contra la tiranía del conformismo: esto es, generar personas verdaderamente libres y libremente verdaderas.

En el primer punto de mi conferencia les he dicho que la emergencia educativa en la cual nos encontramos, consiste en el hecho que se ha interrumpido la "narración de la vida" que debe hacer la generación de los padres a la generación de los hijos.

Por lo tanto mi hipótesis de trabajo que les presento es la siguiente: la escuela tiene la capacidad de retomar esta narración, de reinsertar a la persona dentro de este gran relato, a través de lo que esa es y mediante las enseñanzas [= las materias] que transmite. Quisiera ahora reflexionar un poco sobre esta hipótesis.

Un gran profesor y educador [¡educó a Tomás de Aquino!], San Alberto Magno, expresó admirablemente esta hipótesis cuando escribió:" in dulcedine societatis quaerere veritatem", esto es "buscar la verdad en la dulzura de la vida común". He dicho que la escuela tiene la capacidad de hacernos salir de la emergencia educativa mediante aquello que es: una comunidad [la "dulcedo societatis" de San Alberto] y por razón de aquello de lo cual dispone: las enseñanzas o materias [il "quaerere veritatem" de San Alberto].

Educar a través del estudio de las disciplinas: "quaerere veritatem". Inicio a partir de este punto, porque en un cierto sentido es aquello más típicamente escolástico.

El punto de partida es que debemos tener una visión verdadera de la persona humana. Esa tiene una capacidad natural, originaria de asombrarse de frente a la realidad y por lo tanto de interrogarse acerca de ella. Es un "viviente" en el sentido más alto del término. No solo re-acciona, si no que actúa: se mueve por sí misma y no solamente es movida. No demos por descontado esta visión verdadera de la persona humana, inmersos como estamos en un pensamiento de reduccionismo antropológico.

En las lecciones que el Santo Padre hubiera debido tener en "La Sapienza", dice: "De frente a una razón a-histórica que busca autoconstruirse solamente en una racionalidad a-histórica, la sapiencia humana como tal- la sapiencia de las grandes tradiciones religiosas- ha de valorizar como realidad lo que no se puede impunemente tirar en el basurero de la historia de las ideas".

Educar a través del estudio de las diversas disciplinas significa transmitir "la sapiencia humana como tal", pero de tal manera que el alumno sea despertado desde la educación del "sueño de la razón", durante el cual él no puede más que soñar y no encontrarse con la realidad. La pregunta de Sócrates a Eutifrone sobre la tradición religiosa:" ¿debemos, Eutifrone, decir efectivamente que todo esto es verdadero?" [Eutifrone 6 C], es el paradigma del cual deriva la transmisión de toda educación a través de las diversas disciplinas.

Intentemos hacernos una pregunta: un instrumento de cálculo, cualquier calculadora, ¿razona? Pienso que todos estemos de acuerdo en responder negativamente. Por lo menos en responder que no razona a la manera humana: sabe hacer aquello para lo cual ha sido programada.

Este ejemplo me sirve para decir la misma verdad per contrarium. La transmisión del saber no tiene ninguna analogía con la programación en el sentido mencionado, porque tiene que ver con un sujeto libre. Agustín escribió profundamente que Dios creó al hombre para que se rompiese el círculo del eterno retorno al idéntico: cada hombre debido a su libertad es un inicio absoluto y siempre nuevo. Al niño judío a través de la narración de la historia de su pueblo se le solicitaba revivir la misma experiencia de sus padres en la noche de la liberación: ponerse al principio y ser causa del principio.

No quisiera que pensaran que todo esto es solamente válido para las disciplinas humanísticas, negando o de alguna forma subestimar el valor educativo de las disciplinas científicas. No puedo detenerme mucho sobre un punto de importancia fundamental en la emergencia educativa en la cual nos encontramos: un punto sobre el cual hoy el muchacho no raramente "juega", la fe recibida. Me limito a citar un texto de un maestro de matemática.

"Las disciplinas científicas tiene un valor educativo no tanto por la cantidad de información que transmiten, como por el hecho de introducir a los muchachos al método científico. Esto es en verdad un resultado que puede llegar a ser estable y duradero en la vida del alumno.

Actualmente la información científica aparece en muchas revistas, en televisión, en los periódicos. Queriendo aumentar conocimientos específicos particulares y exactos sobre algún tema en particular, se encuentran disponibles enciclopedias y textos de divulgación; por lo tanto me parece que no tenga sentido enseñar ciencia en la escuela sólo para transmitir información científica. ¡Hay otra cosa más!

La ciencia es un modo de ver la realidad con la curiosidad de conocer los fenómenos, ya sea para gozar de su belleza ya sea para poderlos controlar y poder realizar previsiones útiles. Por lo tanto en la escuela entrar en el campo científico apropiándose del método científico, permite entender una actitud con la cual el hombre está situado y se sitúa ante la realidad. Iniciar de esta forma la escuela elemental, quiere decir preparar a comprender con mayor profundidad los conocimientos sucesivos de la escuela media superior, que sarán más metódicos y ricos de particularidades. La educación científica tiene que ver no sólo con la actividad profesional futura, sino con la vida entera de la persona. Quien conoce el método científico, logra colocarse en forma crítica y consciente ante el abuso del lenguaje científico que nos circunda, reconoce la divulgación científica auténtica distinguiéndola de aquella que solamente pretende dar aspecto científico a hechos propuestos por intereses económicos o ideológicos. Para distinguir los mensajes de los medios de comunicación y las presiones ideológicas, se requiere saber con claridad cuales preguntas se deben hacer a la ciencia y cuales garantías pueden tener los resultados científicos. Una buena formación científica debe conducir a saber reconocer las preguntas a las cuales la ciencia puede responder, diferenciándolas de aquellas a las cuales no puede responder, subrayando que estas preguntas no están sin respuesta (como afirma el cientificismo), sino que van afrontadas de otra forma." [P. Bruno Longo].

Pero la escuela también puede ayudarnos a salir de la emergencia educativa por razón de lo que es: "in dulcedine societatis". Es mediante la participación de vida entre el educador-maestro y el alumno que se retoma la gran narración de la vida.

Hace tiempo, después del trágico asesinato de Raciti, un grupo de muchachos de un liceo en Catania escribieron al maestro de su escuela para solicitarle que les ayudase a encontrar las razones por las cuales valía la pena vivir. La respuesta fue que ellos, los maestros, eran pagados para enseñar no para ofrecer razones para vivir.

La labor del maestro es con-vivir con su alumno: en el sentido profundo del término. Esto es: iluminar el corazón del alumno a través de aquello que enseña, ofreciendo a través de esta enseñanza la propia experiencia humana.

No quisiera prolongarme más: he visto que esta temática será ampliamente afrontada en los días sucesivos. En cambio quiero concluir este segundo punto de mi conferencia exponiendo un asunto serio a su atención.

No es posible una verdadera propuesta educativa si no es unitaria. No conozco la verdad y el sentido del frammento completamente, si no lo considero dentro de la totalidad. Veo la enseñanza de la religión en esta prospectiva.

3. Comunidad cristiana y urgencia educativa.

He llegado así a la tercera parte de mi reflexión, en la cual quisiera responder a la pregunta de cómo la comunidad cristiana, particularmente la Iglesia local, se coloca en el contexto de la emergencia educativa.

Preciso de inmediato esta temática vastísima recordándoles que estamos hablando de emergencia educativa; lo estamos haciendo en relación a la escuela. Por lo tanto podemos formular la pregunta de la siguiente manera: ¿cuál es la postura de la comunidad cristiana ante una escuela que quiera ayudarnos a salir de la emergencia educativa en la cual nos encontramos?

En primer lugar debemos partir de la afirmación que la Iglesia tiene "título" para entrar en este contexto. Más que nada diría: tiene un título especial. El Santo Padre también lo ha recordado en la lección citada.

La Iglesia es el sujeto viviente de una tradición que constituye un elemento esencial, es más, es el elemento esencial de aquella gran "narración de la vida" que ha forjado a nuestro pueblo. La necedad de tener que resolver el problema real de la pluralidad que caracteriza también cada vez más a nuestra sociedad con una clase de anulación de todas las identidades, es devastador desde el punto de vista educativo.

La pluralidad de las "visiones de la vida" es un dato que no puede negarse más. Ignorarlo genera una sociedad de "extranjeros morales" en la cual la persona humana no puede vivir. Resolverlo mediante "reglas neutrales de frente a cada visión [=laicidad excluyente] es prácticamente imposible, socialmente dañino: no existe ninguna regla capaz de obligarme a observar las reglas. De igual forma resolverlo imponiendo una visión de la vida contra los otros es contrario a la dignidad del hombre: las tragedias más grandes del siglo XX-nacionalsocialismo y comunismo- nacieron de esta decisión.

Existe un solo camino: entrar en el debate público dando las razones que demuestran la verdad y la bondad de la visión cristiana de la vida. Más precisamente, para nuestro tema: la interpretación cristiana de la vida puede y debe ser ofrecida dentro de la escuela- quiero decir aquella gestionada por el Estado-como hipótesis educativa sobre la cual el alumno pueda realizar la verificación de su vida. Lamento tener que ser demasiado telegráfico a causa del tiempo que tengo a disposición.

Quiero decir que todo lo que he expuesto en la segunda parte de mi relación, puede y debe asumir la forma de la propuesta cristiana. Intelligentibus loquor: no obstante… la edad, no he perdido completamente el uso de la razón; por lo que no estoy proponiendo la… ¡matemática, la biología, la física cristiana! Lo que estoy diciendo es algo de mayor profundidad.

Si aquello que dije en la segunda parte es verdadero. O sea la escuela puede ayudarnos a salir de la emergencia educativa, a condición de que: (a) eduque mediante la enseñanza de las materias; (b) eduque mediante una verdadera participación de la experiencia escolástica entre maestros y estudiantes; (c) se proponga una hipótesis unitaria de vida. Entonces la presencia de la propuesta cristiana dentro de la escuela, en las condiciones propias de una sociedad plural y una democracia procesal, no puede ser marginada o eliminada.

Llego así a la segunda y última reflexión. ¿Cómo se lleva a cabo esta presencia?

En dos formas fundamentalmente: la enseñanza de la religión católica; los docentes formados y orientados cristianamente.

No digo nada acerca de la primera modalidad: en los próximos días se les hablará ampliamente. Quisiera decir algo sobre la segunda, y así concluir.

He indicado dos cualidades. La primera es la "formación cristiana". No en un sentido genérico, sino específico. Existe una doctrina cristiana de la educación, porque existe una experiencia cristiana de la educación. La asimilación de esa doctrina es fundamental. También en este campo chocan con la visión cristiana visiones metafísicas y antropológicas que no sólo hacen difícil el acto educativo: lo hacen impracticable porque lo hacen impensable.

La segunda calidad es la orientación cristiana del propio obrar. No estoy haciendo un discurso moral sobre las virtudes y sobre la deontología profesional: esta es moral racional. La orientación cristiana significa que el "maestro" busque llevar a cabo de una forma cristianamente orientada las tres condiciones recién mencionadas. Aquí se abren cuestiones importantes y bastante precisas sobre las cuales reflexionar los siguientes días.

Conclusiones

Concluyo con la lectura de una página de la literatura patrística.

"Él nos acogió desde el primer día: el primero, efectivamente, y debo decirlo, el más hermoso de todos. De hecho, entonces, para mí por primera vez comenzó a resplandecer el verdadero sol. Nosotros, desde el principio, como las bestias salvajes, los peces, las aves, que al caer en los lazos, en las redes, intentan desenredarse, huir, deseábamos alejarnos… Él, por lo tanto, usó todos los medios para ligarnos a sí… Sobre todo con gran habilidad trataba argumentos que sirviesen para quebrantarnos en lo más íntimo, ya que demostrábamos descuidar aquello que, como él afirma, es el más importante de nuestros bienes, la razón" (Gregorio el Taumaturgo, Discurso a Orígenes, ed. Città Nuova, Roma 1983, pág. 64-65).

¿De qué se trata? Un joven de nombre Gregorio al término de sus estudios superiores, hoy se diría concluida la Universidad, quiere hacer una descripción de la experiencia vivida en los años de su formación académica, hablando de la relación vivida con su maestro, Orígenes. Estamos en los años 232/233-238 d.C. ¿Sería posible que en la actualidad un joven pudiera revivir la experiencia de Gregorio? ¿Decir con toda la verdad que "efectivamente (el día) más hermoso de todos" ha sido el encuentro con los mismos profesores, comenzando en ese encuentro "a resplandecer el verdadero sol" y que eso sucede porque se vive como un "quebrantamiento en lo más íntimo", debido a que se "cesa de descuidar aquello que… es el más importante de nuestros bienes, la razón"? O quizás ya ni siquiera es necesario vivir en la vida una experiencia tal desde el momento en que cada uno debe simplemente vivir "como le parezca y le guste".

La respuesta a estas preguntas la puede dar no un enseñante, sino un maestro. ¿Cuál es la diferencia? El enseñante transmite reglas, el maestro da testimonio de la verdad. El primero pide aprender, el segundo persuade a verificar.

Platón escribió "El conocimiento de estas cosas de hecho no es transmisible como los otros conocimientos sino después de muchas discusiones hechas sobre éstas y después de participar de una vida en común, e improvisamente, como luz que se enciende a partir de una chispa que se produce, esa nace en el alma y de esa misma se alimenta" [Carta VII, 341 C].


La traduzione, non rivista dal Card. Caffarra, è di Verónica Montiel